(sn)
Y ahora la distancia contada en asfalto me duele porque nos separa los cuerpos, los cuerpos faltos de calor.
Y los cuerpos que ahora insensibles, inertes no sienten ni cuando los toca el viento.
Y entonces el viento por primera vez lo puedo ver en el espejo como un frio acompañante de mi soledad.
Y luego la soledad me da ratos de calma sin llanto para saludarte con ínfulas de petulante.
Y esta vez petulante respondo contradictorio tus preguntas, preguntas que se parten agudas en tu voz.
Y tu voz, y mi soledad, y los cuerpos, y tus ojos de comiquita, y las palabras partidas y mojadas, y el llanto y la calma, y las preguntas, y las respuestas, y la distancia, y el viento… y en medio de todo, nada y en medio de nada, tanto.