Sigue, sigue escribiendo, rápido más rápido, lo que sea, rápido, para que todo se olvide otra vez. Como una droga, como la velocidad, como la rabia y como matar.
Sigue maldita sea, a nadie le importa lo que escribo de todas formas, yo aquí pierdo mi tiempo escribiendo frases sin sentido, sin edición, sin conclusiones, sin emoción, frases de media noche, pero… y el lector?
El lector no lee, el lector cree que lee, cree que entiende pero no entiende nada. Pero quien más sino solo yo entiende el motivo de estas líneas, solo yo y bueno tal vez entienda mi almohada llena de lagrimas, ella siempre me habla cuando duermo, le habla al escritor corrijo. El mismo escritor que tampoco se entiende por qué no entiende a los demás, y los demás son los que leen. EL ESCRITOR NO SOY YO. El escritor eres tú! Porque tú también lloras y también tienes una almohada, una almohada llena de orgullo y de lágrimas, como la mía, que es la del escritor.
Aquí el lector somos todos. Y el escritor eres tú. ¿Y la almohada? ¿Quién es?... no sé, y no me importa. Tal vez la almohada es solo la que entiende como dije atrás, es la única que me abraza, a veces haciendo el rol de escritor, otras veces el de lector.
Y nadie entiende. Ni el lector ni el escritor, solo yo. Pero por fortuna ya olvide otra vez, creo que lo olvide, ya no hay lágrimas en mi almohada que es la del escritor. Pero sigue el vacio. Creo que nunca se va ir. Y nadie lo entiende. Nadie. Nadie. Nadie. ¿Por qué? ¿Porque nadie?
